Otro disparo u otro destello


Te duele en las manos y en los hombros
el rifle cuando lo disparas, cuando un animal
quizá llamado hombre se arrodilla herido
ante ti, te duelen los brazos y ya no te cura
la lluvia, cuando sientes el metal latirte en las manos.

Te pesan los hombros, la cabeza, la arena
se levanta fuerte y se te clava como las balas
cuando ves caer los pájaros muertos
y te duele, convertirte en cicatriz.

Ante el espejo agujereado te pesa verte
a ti mismo, te duele el reflejo
que es como otro disparo u otro destello.

Te hieren los trozos de materia que dejas
en el suelo desperdigados, cuando te has ido.

Te mata la lluvia que oxida el metal.

Musa de monóxido


Te movías en espejos menguantes
que al reflejarte se resquebrajaban
porque eras inconcebible, una musa
de monóxido, de veneno, de cristal
a trazos esparcido por la carretera.
Llevabas sueños en la tela del vestido,
quimeras en el cabello desplegado
al viento y en contra del viento,
y de los ojos destilabas la luz
de una farola, eras una pesadilla
tan dulce, un delirio de ginebra
y de acordes rotos de guitarra.
Y parecía que te apagabas
cuando te quitaste la ropa,
luego volvías a brillar
una vez y otra, y aún la ciudad
de espejos es el testimonio
de cuando te desnudas, pero quizá
aún parece que te apagas.