Hace un par de meses, en uno de esos trasbordos interminables entre líneas de metro, escuche una conversación de esas que aunque no quieras acaban llamando tu atención. No eran una madre recriminando a su hijo sus travesuras por los pasillos, ni la habitual crítica entre jóvenes al profesor de la universidad. En este caso, era una recomendación efusiva de una miniserie de la que (según el desconocido interlocutor) todo el mundo estaba hablando. Y parece que era así, porque desde aquel momento comenzó a caerme encima un aluvión de comentarios sobre la misma.
Black Mirror, es una miniserie de tres capítulos autoconclusivos que viene de la mano del guionista Charlie Brooker, creador de la peculiar Dead Set.
En cada uno de sus capítulos, se narra una crítica a la sociedad en red, permanentemente conectada y dependiente de la información generada al minuto. Twitter, Facebook, los reality shows y las referencias contínuas al papel de los medios de comunicación, están presentes de manera transversal en todos sus episodios.
Una apuesta crítica y remarcable en los tiempos de la "telebasura" y el espectáculo decadente. Black mirror, ataca donde más nos duele, con elementos cotidianos que a menudo olvidamos cuestionarnos y otros giros argumentales en los que la situación es llevada al extremo.
No apta para todos los gustos ni sensibilidades, pero una cosa es segura, mejor que no te la cuenten.