Hoy es justo el día en que Johnny
ha cogido la furgoneta de su padre y se ha ido de vuelta al pueblo. Está
lloviendo muchísimo, lloviendo como hacía tiempo que no llovía. El retorno del
chico ha sido una sorpresa para todo el mundo porque, tal y como dijo Mel,
Johnny se había ido para no volver jamás. El muchacho ha conducido la furgoneta
precisamente hasta la tienda del viejo. La tienda de Mel no sólo es la más
grande del pueblo sino también la más famosa porque Mel vende de todo. Desde
pañales hasta rifles, caramelos de miel y café junto con cintas de video
virgen. Tiene cualquier cosa que se te pueda ocurrir por eso todos en el pueblo
tienen alguna deuda con el viejo Mel; la frase “ya está aquí el cabrón para cobrar” se ha oído tantas veces ya que
ha pasado a ser una frase hecha. Tiene incluso esas chocolatinas de coco que yo
tanto adoraba cuando vivía allí. Pero todo esto no tiene ninguna importancia,
no deberíais estar leyendo estos detalles inútiles sino que, por el contrario,
deberíais estar prestando atención al espejo que hay en la entrada de la tienda
de Mel. Dentro de nada aparecerá alguien que pondrá fin a todo este problema.
Johnny ha entrado, ha hecho sonar
la campanilla y Mel ha salido del almacén para ver quién es; está esperando a que
Rubio venga a pagarle el dinero que le debe por las pestañas postizas. Mel se
acaba de dar cuenta de que es Johnny quien espera.
-Creía que había dejado bien claro
que no quería volver a ver jamás a la asquerosa criatura de Jim el Manco.
Jim el Manco es el padre de Johnny,
que le puso el nombre por la canción. Johnny
be good sonaba cuando su mujer y él concibieron al pequeño en la encimera
de la cocina y los acordes finales de la canción se juntaban con los gritos de
placer de la mujer del Manco, Sally, conocida en todo el barrio por la
sonoridad de sus fantásticos orgasmos. Pero lo que os estoy contando sigue sin
tener ninguna importancia para la historia, haced el favor de prestar atención
al espejo de la tienda.
-Esto no tiene nada que ver con mi
padre, señor. Hace años que no lo veo.
Johnny acaba de sacar un paquete y
del paquete una barbaridad de dinero.
-Necesito verla, señor, necesito
verla y darle este dinero. Necesito que Mary Anne tenga todo esto.
-Lávate la boca antes de volver
hablar de hija, ¿me oyes, desgraciado?
Mary Anne es, efectivamente, la
hija de Mel pero lo que también es Mary Anne es una pelirroja absolutamente
despampanante que adora los vestidos negros y nunca lleva sujetador. En el
pueblo todos han estado enamorados alguna vez de Mary Anne, tanto hombres como
mujeres o niños; incluso los perros dejaban de ladrar cuando ella pasaba
moviendo el culo. Yo misma tengo que admitir que tuve mi momento de obsesión
con su melena roja. Por eso que Johnny cayera rendido a sus pies no era nada
nuevo, lo increíble fue lo que consiguió el chico: una cita. Nadie entendió
nunca cómo Mary Anne pudo decirle que sí a la figura delgada y morena de Johnny
pero cuando llegó el sábado por la noche ambos entraban juntos en la sala de
cine. El muchacho no podía creer su suerte ni siquiera cuando, horas más tarde,
la tenía desnuda en su cama. Ella se reía y decía: pobre Johnny, estás loco por
mí. Él asentía y se sonreía. Lo que nadie se imaginó nunca es que Mary Anne pudiera
corresponderle con el mismo grado de intensidad, pero lo cierto es que lo hacía.
Johnny había conseguido enamorar a esa preciosidad por primera vez en su corta
vida, y le da igual si solo lo sabíamos él y yo. Mary Anne callaba también
porque una parte de su ser temía que el chico fuera a romperle el corazón y eso
era lo que todo el mundo pensó que había sucedido, en especial Mel, cuando esa
noche Johnny no fue a dormir. Cogió la furgoneta de su padre y salió del
pueblo; no había vuelto aparecer hasta el día de hoy, en que se ha presentado
con casi dos millones de dólares en la tienda de Mel.
-Mi niña no quiere saber nada de
tipos como tú.
-Está bien, pero necesito que coja
este dinero. Si me quiere matar después, que lo haga. Si es ella quién dispara
me dejaré pero dele este dinero, por favor, o déjeme subir a verla.
Se nota que Johnny no está bien, le
tiemblan mucho las manos y no para de sudar por todas partes pero Mel no tiene
piedad, no la ha tenido nunca. Mel se emborracha y da igual si es la hija a la
que ahora tanto defiende o su querida mujer la que se pone por delante, porque
se llevará una paliza. Aunque ahora ya no necesita emborracharse para dar
golpes; por eso yo sé que cuando Mel habla de la honra de Mary Anne en realidad
está hablando de la suya. Pero hacedme caso y mirad el espejo o corréis el
peligro de no daros cuenta de nada.
-¿Qué has hecho, chico? ¿Has robado
ese banco, por fin? Porque si has hecho algo malo para traer todo ese dinero
manchado a mí tienda, ten por seguro que no te dejaré salir de aquí. Llamaré a
la Policía y te pudrirás en la cárcel.
-Escúcheme bien, viejo cabrón, me
da igual ir a la cárcel y me da igual si es usted quién se encarga de que eso
suceda. Yo sólo necesito a alguien que le dé el jodido dinero a Mary Anne.
Johnny está a punto de desesperarse
por completo, mi pobre muchacho. Debería estar consolándolo ahora mismo pero
jamás fui una gran hermana. Esto tampoco es interesante para la historia pero
Johnny sí ha robado ese banco, lo cierto es que lleva mucho tiempo
preparándolo. Supongo que a estas alturas os habréis dado cuenta de que mi niño
lo ha hecho todo por Mary Anne, sólo que no sabéis por qué lo ha hecho. Bueno,
nuestra pelirroja es una mujer muy inteligente y lleva toda la vida soñando con
salir de ese pueblo. Mary Anne necesita el dinero para empezar una nueva vida
pero sobre todo lo necesita para comprarse un piano. Johnny adoraba oírla tocar
todos los jueves en la taberna del pueblo; adoraba también los momentos en que
ella se encargaba de cerrar y le dejaba entrar por la puerta de atrás. Cuando
el reloj daba las tres y media lo hacía encima del piano. Por todas esas
razones Johnny ha estado siempre comprometido a crear un futuro para los dos en
el que Mary Anne tocaría el piano con sus vestidos negros y él emborracharía a
cualquiera que pudiera permitírselo en el Joe’s Cantina. Sólo había necesitado
un viaje a la ciudad para conseguir que le dieran trabajo; además, Joe le había
confesado que al ver la foto de Mary Anne había decidido volver a la iglesia
los domingos, sólo para agradecer a Dios la existencia de las mujeres.
-Has venido al sitio equivocado,
criatura-estaba diciendo en ese momento Mel- Yo no pienso ayudarte, ni tampoco
voy a dejar que subas a ver a mi hija.
La mirada de Johnny atraviesa al
viejo y durante un segundo le hace temblar. Pero atentos, la figura que estamos
esperando durante todo este tiempo acaba de aparecer reflejada en el espejo.
Está cogiendo el rifle que tiene Mel en la pared y apunta ahora a los dos
hombres. Mel no puede creerlo y mira con ojos desorbitados a la persona que acaba de dirigir su objetivo hacia él. Johnny, en cambio, no puede evitar sonreír; por fin
alguien cuerdo, por fin un poco de ayuda.
-Sabía que volverías a por mí,
cielo- dice la figura del vestido negro- sabía que nunca me romperías el
corazón.
Mary Anne acaba de disparar el
rifle.
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