Escritos al despertar contigo (Aquí huele a zanahoria).

«¡Y esta es mi contribución al Reto BETA de Poesía! Y tras oír esa frase, apagaste el ordenador. No sé exactamente por qué te malhumoró, pero se percibía. Te empezabas a dar cuenta de que Talía andaba siempre ocupadísima y no hacía caso de nada, Euterpe había sucumbido a los placeres y había dejado de lado totalmente su faceta productiva y Calíope… ¡Para qué hablar de ella! Las musas habían muerto, ahora las producciones artísticas no eran producto de la inspiración, sino retos.

-¿Reto Beta de Poesía? -te preguntabas-. ¿Es que ahora solo nos movemos por retos? Si nos retan bien, seremos grandes arte-sanos, pero si no nos retan, descanso, no hay arte.

Bien sabido era que siempre habías sido muy clásica y te molestaba que mezclasen el arte y las musas con los retos, “¡y lo único que queda de ellas es la letra beta! ¿Por qué Beta? ¿Eso es todo lo que se merecen?”. Yo me limitaba a mirarte, porque cualquiera se atreve a defender algo cuando estás recién levantada. En realidad, me gustaba escuchar lo que decías, porque en parte llevabas mucha razón.

-¡Como el otro día! ¡En el Consejo! Me contaron que un grupo de compañeros de allí se habían propuesto redactar unos artículos para un blog con una frase de estas normales que se le ocurren a un cualquiera todos los días… ¡Hasta cuando estás en el baño!

-¡Vaya, sí! ¡Qué tontería! -aporté yo, para que no pensaras que no te estaba escuchando.

-Tú no lo entiendes -concluiste tan tajante como siempre.

-Cariño, no sé como decirte que me gustaría tener algún día un despertar romántico junto a ti y no uno de divagaciones estéticas, que de esos ya tenemos muchos. Pero no lo digo a malas, ¿eh? -aclaré yo, siempre temeroso de que volvamos a discutir-. Tú siempre tienes razón en estos temas.

La verdad es que yo soy un estúpido ignorante, pero si no te discuto nada no es por eso, si yo tengo hasta opiniones, es porque tú eres el amor de mi vida y yo no sabría qué hacer en este mundo si tú no permanecieses a mi lado un solo instante, diseñando mi destino con cada latir profundo de tu corazón. Tú sí que eres mi musa, desde luego que lo eres.

-¡Aquí huele a zanahoria! -exclamaste para mi sobresalto con ese don tan tuyo de romper la magia del amor a la primera de cambio-. ¡Ya lo creo que huele a zanahoria! Esto está todo podrido, ni hay arte, ni hay artistas.

-Tampoco te pongas así, cielito mío.

La realidad es que me pone de los nervios que utilices esa expresión (pero yo te quiero mucho, ¿eh, mi amor?), porque me recuerda a cuando te conocí, que salías con aquel tipo feo de medicina. Cuando la medicina se mezcla con la filología resultan construcciones así de raras. Que algo huela a zanahoria tiene que ver un poco con etimología y otro con medicina. Parece ser que zanahoria proviene de aza-horia, que no significa otra cosa que ‘piel amarilla’ y cuando mi amada salía con aquel pseudomédico sin futuro aprendía cosas tan útiles como que cuando alguien tiene una enfermedad hepática se le pone la piel amarilla. Y a esta flor mía le gusta transpolar aquello que está podrido al ámbito de la medicina humana, de modo que cuando algo está podrido, lo más probable es que sea un problema de depuración interna, es decir, algún problema en el hígado.

-Es que tengo razón, todo el mundo lo sabe, el arte está podrido, ya no existe la creatividad. Ahora nos limitamos a aceptar retos: nos dicen una frase de terceros para incluirla en un texto, introducimos un narrador de esos extrañísimos en segunda persona… ¡Si hombre, y qué más!

-Yo ya sé que siempre tienes razón, mi corazón -intentaba consolarte-. Y perdóname esa rima, no pretendía…

-¡Y encima te burlas de mí! ¡Eres un cretino! -te enfadst rápidn¡eb-. ¿Queestas escriibuendo? ¡Damw rse pape… »

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