Los trenes de rosas maniatadas.


Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato.
Una cuerda que decidida une
la distancia en que dos puntos se buscan.
La distancia entre la eme y la pe,
seis palabras de sangre viva sufren,
en nombre de mitad irredimible.
La mitad que lee, esa no sangra,
desangra al otro y se bebe su agua.
La mitad que solo riega las rosas,
para vendérnoslas en perfumes.
La mitad que de la ambición hace
combustible de la satisfacción,
que no es capaz de sujetar la cuerda
sin tirar del otro hacia el abismo,
sin dejarla caer de aburrimiento,
revolviéndose en sí misma, como si
sin alma una serpiente yaciera
a las afueras de un pequeño pueblo
a las afueras de North Carolina
habiendo seguido el doble equilibrio
de dos puntos y dos mitades de once.